
Noviembre se esfumó hace semanas, y diciembre nos espera a la vuelta de la esquina.
En las noches, andando por esta pequeña ciudad... apenas vemos las estrellas venir y pasar, pero siempre nos quedará la perfecta y preciosa luna.
La lluvia empezó a caer y a penas salir de la cafetería, gotitas heladas mojaban mi piel. Me apetecía estar tranquila y algo aislada de la multitud, eso sería fácil ya que la gente correteaba de un lado para otro buscando un sitio no muy lejano para resguardarse.
Mientras caminaba por aquellas calles húmedas y no muy cálidas, pensaba hacia dónde ir. Cerré los ojos y me vino a la cabeza la imagen de una playa, así que me dispuse a ir. Por lo menos allí me relajaría debajo del puente mientras escuchaba las olas del mar llegando a la orilla.
Para llegar hasta ahí tenía que pasar por una plaza, no muy agradable para mí. Pues, la gente de allí me resultaba hipócrita y copias.
Intenté ocultarme entre las grandes palmeras, pero aún así sentía como cada mirada se clavaban en una sola persona, desgraciadamente era en mí. Pasé de desapercibida y mientras bajaba las escaleras me fijé en un grupo de chicos jugando a las cartas sentados en la arena debajo de una sombrilla algo rara colocada en la playa desde Marzo.
Les quité la mirada porque tenía el pensamiento de que me dirían algo. Así que fui directa al puente. De mi mochila saqué mi libro preferido y empecé a leer. Creo que era la mejor forma de aislarse del mundo que andaba un poco perdido y no muy cuerdo. En este caos la cuerda era yo, pero claro para los demás solía ser un bicho raro. La verdad es que no me gustaba relacionarme porque me sentía fuera del ambiente.
El viento empujaba mi pelo y sentía escalofríos, mientras seguía las líneas de aquel gran libro escuchaba pasos de alguien acercándose a mi posición. Miré de reojo, y observé una sombre de un chico esbelto.
Él quiso esquivarme, y se colocó en posición paralela a mí. Llevaba una mochila y también sacó un libro, observando la portada me fijé que era el mismo libro que yo estaba leyendo.
Me salió una carcajada, y el muchacho me miró. Quizás pensase que esa risa fuera causada por él, pero no era así. Me remangué la chaqueta y miré mi reloj, las 21:02. Pensé que ya era hora de regresar a casa, aún me quedaba una larga noche de estudios.
Cogí mi maleta y deposité el libro y sin más me fui de la playa. Otra vez empezó a llover, pero con mas fuerza. Metí la mano en mi bolsillo e intenté sacar las monedas de mi pantalón, una vez contadas reuní 5 euros y enseguida paré a un taxi.
-¿Puede llevarme a la Calle Argentina?
-Sí, cómo no.
Mientras, me mantenía en silencio, sólo se oía la radio y una mujer diciendo distintos destinos y yo me entretenía viendo los coches pasar.
-Es aquí.
-Son 4 euros.
-Tome.
-Gracias.
Nada más llegar a casa, me quité mis botas que estaba empapadas las cuales me dejaron los pies congelados. Saludé a mi madre para avisarle de que había llegado.
Me encerré en mi habitación y saqué las cosas de la mochila que también estaba algo mojada, fui hacia la estantería y alcancé mi libro de literatura y empecé a estudiar.
A las 00:00 hice un pequeño descanso y me puse con el ordenador. Entré en mi correo y alguien me había enviado un e-mail.
Hoy te vi y la verdad me quedé helado, he observado que tienes buen gusto por la literatura... Me impresionó verte ahí sola, pero igualmente eso me atrajo a ti. Espero que contestes pronto.
Les quité la mirada porque tenía el pensamiento de que me dirían algo. Así que fui directa al puente. De mi mochila saqué mi libro preferido y empecé a leer. Creo que era la mejor forma de aislarse del mundo que andaba un poco perdido y no muy cuerdo. En este caos la cuerda era yo, pero claro para los demás solía ser un bicho raro. La verdad es que no me gustaba relacionarme porque me sentía fuera del ambiente.
El viento empujaba mi pelo y sentía escalofríos, mientras seguía las líneas de aquel gran libro escuchaba pasos de alguien acercándose a mi posición. Miré de reojo, y observé una sombre de un chico esbelto.
Él quiso esquivarme, y se colocó en posición paralela a mí. Llevaba una mochila y también sacó un libro, observando la portada me fijé que era el mismo libro que yo estaba leyendo.
Me salió una carcajada, y el muchacho me miró. Quizás pensase que esa risa fuera causada por él, pero no era así. Me remangué la chaqueta y miré mi reloj, las 21:02. Pensé que ya era hora de regresar a casa, aún me quedaba una larga noche de estudios.
Cogí mi maleta y deposité el libro y sin más me fui de la playa. Otra vez empezó a llover, pero con mas fuerza. Metí la mano en mi bolsillo e intenté sacar las monedas de mi pantalón, una vez contadas reuní 5 euros y enseguida paré a un taxi.
-¿Puede llevarme a la Calle Argentina?
-Sí, cómo no.
Mientras, me mantenía en silencio, sólo se oía la radio y una mujer diciendo distintos destinos y yo me entretenía viendo los coches pasar.
-Es aquí.
-Son 4 euros.
-Tome.
-Gracias.
Nada más llegar a casa, me quité mis botas que estaba empapadas las cuales me dejaron los pies congelados. Saludé a mi madre para avisarle de que había llegado.
Me encerré en mi habitación y saqué las cosas de la mochila que también estaba algo mojada, fui hacia la estantería y alcancé mi libro de literatura y empecé a estudiar.
A las 00:00 hice un pequeño descanso y me puse con el ordenador. Entré en mi correo y alguien me había enviado un e-mail.
Hoy te vi y la verdad me quedé helado, he observado que tienes buen gusto por la literatura... Me impresionó verte ahí sola, pero igualmente eso me atrajo a ti. Espero que contestes pronto.
Saludos:
El chico de la bufanda azul.
Como vi que tenía dirección de correo electrónico le agregué y me estuve esperando a que me aceptase. una vez conseguido que lo hiciera, me dispuse a hablarle, en su Nick no ponía nombre así que no sabía como llamarle.
-Hola.
-Hola, ¿quién eres?
-Soy la chica a la que le enviaste ese mail.
-Ah sí, gracias por agregarme.
-¿Cómo has conseguido mi dirección?
-Un amigo mío te conoce.
-Ah, ¿pero, como sabía que era yo, aquella chica que estaba en la playa?
-Digamos que él estaba también allí. Y yo, pues ... ya te me había fijado en ti mientras bajabas las escaleras con ese gorro francés y tu larga melena al viento.
-Sonreí.-Bueno está bien.
-Veo que eres una chica muy curiosa.
-Más bien me gusta saber.
-Bueno, es algo inteligente.
-Sí.
-Háblame de ti, quiero saberlo todo.
-No soy gran cosa.
-Pues pareces muy interesante.
-Quizás eso te parezca a ti, pero para el mundo no soy nadie.
-¿crees que eso es verdad?
-Seguramente.
-Pues quizás estés equivocada...
-Bueno, si tanto te intereso, hazme preguntas.
Estuvimos preguntándonos un buen rato, y la verdad que cogí afición a eso de hablar con él. En la semana, no había día que no hubiéramos hablado y siempre nos quedábamos hasta altas horas de la madrugada.
Él me hizo una propuesta, la cual acepte sin más.
-¿Te gustaría quedar en la playa debajo del puente este viernes?
-No me parece mala idea. ¿A las 18:00?
-Exacto.
Era jueves, por lo tanto mañana lo vería, la verdad que no estaba nerviosa porque él se parecía tanto a mí... era como si lo conociese de toda la vida.
Al salir de clase, hice los deberes rápidamente para poder prepararme y salir lo antes posible. Era un día frío y si habíamos quedado en la playa aún más.
Una vez que agarré mi mochila y deposité varias cosas incluyendo mi libro, salí de mi casa. Cerca de la playa, otra vez pasé por aquella plaza; pero esta vez no había miradas que me acecharan. Me sentía bien y con ganas de conocerle, así que rápidamente crucé el paso de peatones y bajé por las escaleras. Aligeré el paso y alcancé el puente.
Miré mi reloj; las 17:55. Fui algo puntual, pero pensé que él también lo sería...
Esperé y esperé, pero allí no apareció nadie. Apenada y disgustada me asomé al borde del puente y me quedé mirando el horizonte. Deposité mi mirada un poco más abajo y cuando quise darme cuenta, había una bufanda azul flotando debajo de mí.
La recogí y la guardé, esperé una hora más pero él siguió sin aparecer. Enfadada volví a casa y me volví a conectar al correo. Otra vez tenía un mensaje de él.
-Quizás vaya, pero no estaré para verte. Te dejé un regalo para que me recuerdes siempre. Espero que lo hayas encontrado. Siento no haber podido verte en persona, pero también debo decirte que soy un mero pensamiento en tu cabeza y fruto de tu imaginación y que quizás, cada noche perturbe tus sueños y podamos hacer el mundo más sencillo.
Cuando leí esto, mi cabeza empezó a dar vueltas y como una histérica busqué en mi maleta aquella bufanda color azul; la cual se había convertido en una bolsa de basura negra en mal estado.
Sobresaltada me desperté, estando apoyada sobre mi libro de literatura... el corazón palpitaba con gran intensidad y mi cabeza agetreada desvariaba sin cesar.
El chico de la bufanda azul.
Como vi que tenía dirección de correo electrónico le agregué y me estuve esperando a que me aceptase. una vez conseguido que lo hiciera, me dispuse a hablarle, en su Nick no ponía nombre así que no sabía como llamarle.
-Hola.
-Hola, ¿quién eres?
-Soy la chica a la que le enviaste ese mail.
-Ah sí, gracias por agregarme.
-¿Cómo has conseguido mi dirección?
-Un amigo mío te conoce.
-Ah, ¿pero, como sabía que era yo, aquella chica que estaba en la playa?
-Digamos que él estaba también allí. Y yo, pues ... ya te me había fijado en ti mientras bajabas las escaleras con ese gorro francés y tu larga melena al viento.
-Sonreí.-Bueno está bien.
-Veo que eres una chica muy curiosa.
-Más bien me gusta saber.
-Bueno, es algo inteligente.
-Sí.
-Háblame de ti, quiero saberlo todo.
-No soy gran cosa.
-Pues pareces muy interesante.
-Quizás eso te parezca a ti, pero para el mundo no soy nadie.
-¿crees que eso es verdad?
-Seguramente.
-Pues quizás estés equivocada...
-Bueno, si tanto te intereso, hazme preguntas.
Estuvimos preguntándonos un buen rato, y la verdad que cogí afición a eso de hablar con él. En la semana, no había día que no hubiéramos hablado y siempre nos quedábamos hasta altas horas de la madrugada.
Él me hizo una propuesta, la cual acepte sin más.
-¿Te gustaría quedar en la playa debajo del puente este viernes?
-No me parece mala idea. ¿A las 18:00?
-Exacto.
Era jueves, por lo tanto mañana lo vería, la verdad que no estaba nerviosa porque él se parecía tanto a mí... era como si lo conociese de toda la vida.
Al salir de clase, hice los deberes rápidamente para poder prepararme y salir lo antes posible. Era un día frío y si habíamos quedado en la playa aún más.
Una vez que agarré mi mochila y deposité varias cosas incluyendo mi libro, salí de mi casa. Cerca de la playa, otra vez pasé por aquella plaza; pero esta vez no había miradas que me acecharan. Me sentía bien y con ganas de conocerle, así que rápidamente crucé el paso de peatones y bajé por las escaleras. Aligeré el paso y alcancé el puente.
Miré mi reloj; las 17:55. Fui algo puntual, pero pensé que él también lo sería...
Esperé y esperé, pero allí no apareció nadie. Apenada y disgustada me asomé al borde del puente y me quedé mirando el horizonte. Deposité mi mirada un poco más abajo y cuando quise darme cuenta, había una bufanda azul flotando debajo de mí.
La recogí y la guardé, esperé una hora más pero él siguió sin aparecer. Enfadada volví a casa y me volví a conectar al correo. Otra vez tenía un mensaje de él.
-Quizás vaya, pero no estaré para verte. Te dejé un regalo para que me recuerdes siempre. Espero que lo hayas encontrado. Siento no haber podido verte en persona, pero también debo decirte que soy un mero pensamiento en tu cabeza y fruto de tu imaginación y que quizás, cada noche perturbe tus sueños y podamos hacer el mundo más sencillo.
Cuando leí esto, mi cabeza empezó a dar vueltas y como una histérica busqué en mi maleta aquella bufanda color azul; la cual se había convertido en una bolsa de basura negra en mal estado.
Sobresaltada me desperté, estando apoyada sobre mi libro de literatura... el corazón palpitaba con gran intensidad y mi cabeza agetreada desvariaba sin cesar.
Cada vez vas a más, me dejas perplejo... muy buenos ^^
ResponderEliminara ver si escribes más!